8 de marzo de 2024

Feminismo transversal en América Latina y el Caribe

Feminismo transversal en América Latina y el Caribe

Por Astrid Yulieth Cuero Montenegro*

Resumen

En este artículo reconstruyo algunas de las principales genealogías feministas negras estadounidenses, latinoamericanas y caribeñas que han explicado el carácter múltiple de la opresión. En primer lugar, introduzco una breve reflexión sobre la forma cómo las elaboraciones intelectuales que evidencian la multidimensionalidad de la opresión desde el contexto estadounidense, están sustentadas en las experiencias concretas de las mujeres negras luchadoras del movimiento antiesclavista y antirracista. En segundo lugar, sistematizo y problematizo las principales diferencias y  similitudes entre conceptualizaciones como la interseccionalidad, la matriz de dominación y el eslabonamiento de opresiones. Finalmente, concluyo respecto a los alcances y limitaciones que estas perspectivas han tenido para explicar sus propias realidades y las aportaciones que han realizado para el posicionamiento de una agenda afrofeminista antirracista en Latinoamérica y el Caribe.

Palabras Clave

Interseccionalidad, racismo, matriz de dominación, opresiones múltiples, feminismo negro

Introducción. Legados de lucha de las mujeres negras en los Estados Unidos

Desde sus orígenes, las experiencias de lucha y resistencia de las mujeres negras han tenido un carácter múltiple y simultáneo. Sus luchas contra la institución de la esclavitud y contra los procesos de segregación racial del siglo XX, contribuyeron de manera fundamental a la historia de los movimientos negros y  antirracistas en los Estados Unidos. Enfrentaron al mismo tiempo, el sexismo, el racismo y el clasismo. Estas experiencias múltiples se constituyeron en fuente de conocimiento y sabiduría que fueron expresadas  y elaboradas político-teóricamente, primero en Estados Unidos y posteriormente en América Latina y el Caribe. De manera que el pensamiento feminista negro puede definirse como una teoría social crítica y una práctica política que elabora las reflexiones y vivencias cotidianas de las mujeres negras, sobre la base de sus experiencias de opresión compartidas y que han contribuido a la construcción de un conocimiento experiencial para la liberación y transformación de sus propias vidas y sus comunidades.

Como han señalado Ángela Davis y Gina Dent, la historia del feminismo negro es la historia de un movimiento social y político basado en la experiencia (Davis y Dent, 2019, p. 46). La experiencia ha sido entonces el fundamento central de la teoría feminista negra. Las primeras luchadoras y activistas negras estadounidenses fueron pioneras a la hora de mostrar que sus opresiones no tenían un carácter unidimensional, ya que estaban articuladas de manera indisociable en torno a la raza, la clase, el sexo y la sexualidad. Las experiencias de estas pioneras, les permitieron a las académicas, intelectuales, y activistas feministas negras de décadas posteriores, sistematizar tales prácticas políticas como la base del pensamiento feminista negro.

Por tanto, esas experiencias múltiples de lucha de las que derivó un conocimiento colectivo para la liberación de ellas y sus comunidades, se configuraron desde los contextos de colonización y esclavitud en este país.  Muchas de estas mujeres negras luchadoras han quedado anónimas y subalternadas en la historia hegemónica y visible del feminismo occidental, e incluso, en la historia de los movimientos antirracistas, como lo fueron Sojourner Truth, Ida B. Wells, Rosa Parks y Harriet Tubman. Y sin embargo, sus experiencias de resistencia han sido fundamentales para la consolidación del pensamiento feminista negro tal y como lo conocemos actualmente. A continuación paso a reflexionar sobre las diferentes formas en la que las intelectuales feministas negras han abordado el carácter múltiple de la opresión.

  1. Más allá de la interseccionalidad. Otras formas de abordar las opresiones simultáneas.

La interseccionalidad es un concepto y al mismo tiempo, una perspectiva teórica aportada por el feminismo negro estadounidense para dar cuenta del carácter múltiple de la opresión que viven tanto las mujeres negras como las mujeres de color en los Estados Unidos. Kimberlé Crenshaw abogada y feminista negra estadounidense fue la primera en acuñar el concepto, con el objetivo de visibilizar las violencias y discriminaciones que viven las mujeres negras cuando se cruzan los ejes de dominación de la raza y el género. Crenshaw (1991) define la interseccionalidad como una forma de describir la situación de las mujeres negras y de color en los sistemas de subordinación que son de carácter simultáneo. Y en particular, permite entender las diferentes formas en la que interactúan la raza y el género en el contexto de la violencia contra las mujeres. En términos de movilización política la interseccionalidad da cuenta del lugar de las mujeres de color que quedan situadas tanto en los márgenes del feminismo (representado principalmente por mujeres blancas) como del antirracismo (representado principalmente por hombres, hombres negros) (Crenshaw, 1991).

El uso de la interseccionalidad se ha extendido principalmente al campo jurídico, para visibilizar violencias y discriminaciones sexistas-racistas, y ha sido apropiada por diversas instituciones, colectivos y ONGs para el desarrollo y aplicación de políticas públicas que atiendan las desigualdades de carácter múltiple. La interseccionalidad, sin duda, ha sido muy eficiente a la hora de dar cuenta de manera concreta de la forma como las violencias sexistas se ven reforzadas por los procesos de racialización y viceversa.

Sin embargo, la interseccionalidad ha sufrido también un proceso de cooptación y despolitización que ha llevado incluso a que el peso de la raza se haya invisibilizado, y que por tanto la violencia racista sea minimizada. Lo que ha conllevado a que sean otras categorías las que se priorizan cuando este concepto y perspectiva se aplica para diferentes situaciones y realidades. Esto ha sido contraproducente, ya que la propia Crenshaw cuando acuñó el término estaba interesada particularmente en el entrecruce entre el género y la raza. Es decir, la raza siempre ha sido una categoría central para la interseccionalidad y debería seguirlo siendo, aunque dependiendo del contexto, las violencias racistas adquieran características y matices diferenciados.

Además, diversas intelectuales, activistas, colectivos y corrientes del pensamiento feminista negro, ya habían dado cuenta del carácter múltiple de la opresión, y de la centralidad de la raza en la experiencia de las mujeres negras, mucho antes de que Crenshaw acuñara el término interseccionalidad. Es decir, lo que nombra la interseccionalidad actualmente, ya había sido nombrado por otras pensadoras negras y antirracistas, dando cuenta del carácter complejo y multidimensional de las relaciones de poder y dominación que constituyen las subjetividades de las mujeres negras y otras mujeres racializadas. Precisamente las luchadoras y referentes negras nombradas en la introducción, Sojourner Truth, Harriet Tubman, Ida B. Wells y Rosa Parks, entre otras tantas como ellas que han quedado anónimas, ya habían dado cuenta desde sus conocimientos experienciales que las violencias que vivían, trascendían la dimensión de género o el sexismo y que la interacción entre racismo y clasismo, definía un lugar de mayor subordinación para ellas en comparación con las mujeres blancas.

Por tanto, la interseccionalidad también se ha despolitizado en el sentido de que se han ocultado las genealogías feministas negras que le dieron origen, o que ya había nombrado de manera más compleja y amplia lo que Crenshaw conceptualizó a finales de los ochenta del siglo XX. En este sentido, la interseccionalidad ha sido usada hegemónicamente como si se tratara de una sumatoria de opresiones o del establecimiento de una jerarquización entre mujeres oprimidas o mujeres racializadas. La interseccionalidad, incluso en el uso que le da Crenshaw, comprende los ejes de opresión como si se tratara de categorías separadas entre sí, que en algún punto se unen. El vector de género se une con el vector de raza y produce la discriminación que viven las mujeres negras y de color.

Esta comprensión lleva a considerar que entre más vectores de opresión yo sume o añada a mi experiencia, más legitimidad o validez tendrá mi subjetividad. Y esto conlleva inmediatamente al establecimiento de una jerarquización entre mujeres racializadas, y la reproducción del colorismo entre las propias mujeres negras, considerando que las mujeres negras oscuras necesariamente son o tienen que ser más oprimidas que las mujeres negras de pieles más claras. De igual manera, también se reproduce un juego de competencia en términos de la organización política en el que se intentaría definir cuál de los grupos racializados es el más oprimido, por ejemplo negros sobre indígenas o viceversa.

Esto no significa negar, que efectivamente, dependiendo de su dimensión contextual, como lo ha señalado Mara Viveros (2016), el cruce entre ejes de opresión define lugares de mayor subalternidad que otros y de ejercicios de violencia de carácter más profundo y más densos. Pero esto ocurre precisamente por la forma en la que se entrecruzan estos ejes de opresión y no por un juego de sumatoria. La sumatoria no explica la profundidad de la opresión, mientras que el carácter cualitativo de la comprensión entrelazada de la dominación,  tiene mayor alcance explicativo. Esto implica comprender que son distintos los privilegios, ventajas o relaciones de poder entre propios grupos oprimidos y racializados, que los que son ejercidos por grupos claramente privilegiados, principalmente privilegiados en términos de raza y clase, como los hombres y mujeres blancas.

Precisamente, en este sentido, la socióloga afroestadounidense Patricia Hill Collins, planteó el concepto de la Matriz de Dominación, para dar cuenta de los límites del enfoque de la interseccionalidad cuando es formulada bajo el modelo de la sumatoria. Hill Collins afirma que la tradición del pensamiento feminista negro cuestiona los enfoques que entienden la opresión de manera aditiva, en tanto estos enfoques están arraigados en la dicotomía del pensamiento masculinista eurocéntrico (Hill Collins, 2000). Esto coincide también con lo señalado por María Lugones respecto de que la interseccionalidad funciona con el pensamiento categorial que ha sido el instrumento con el cual se ha ejercido la dominación en este sistema mundo moderno colonial (Lugones, 2005).

Es decir, son los sistemas de dominación racista, sexista, clasista los que dividen y clasifican a los sujetos en torno a categorías separadas, opuestas entre sí en una relación de superioridad-inferioridad (negro, indio, blanco, mujer, hombre, heterosexual, lesbiana, homosexual, rico, pobre, por nombrar algunas). La interseccionalidad reproduce esta lógica categorial con la que los sistemas de dominación nos han definido en términos ideológicos, pero en la realidad práctica, los sujetos encarnamos varias categorías y de hecho las trascendemos. Una mujer negra, no es primero una mujer y luego negra, y luego bisexual, y después, perteneciente a determinada clase social. Una mujer negra es todo eso al mismo tiempo, y es, la mezcla de todo eso, y no solo su suma, lo que define la profundidad de su experiencia de opresión y sus posibilidades de resistencia.

Por ello, Hill Collins argumenta que si entendemos la dominación como entrelazada más que aditiva, esto implica que para dar cuenta del carácter múltiple de la opresión no se trata de empezar primero por el género y luego añadir otras variables como la edad, la orientación sexual, la raza, la clase social o la religión. De lo que se trata es de dar cuenta que esas variables en realidad hacen parte de sistemas diferenciados de opresión, que son parte de una estructura global de dominación.

Y eso implica entender la dominación no solo como una intersección que se encuentra en un punto, sino como una matriz cuyos diferentes elementos están en relación todos con todos, todo el tiempo. Esto implica entender también que el privilegio tiene una dimensión estructural, contextual e imbricada, y que la dicotomía privilegiado/dominado, no es absoluta, ya que los grupos oprimidos tienen pequeñas cuotas de poder y ventaja, aunque nunca comparables con los grupos que tienen mayor capacidad de acumulación de privilegios de carácter múltiple: raza, clase, sexo y sexualidad (Hill Collins, 2000).

La matriz de dominaciones, entonces, como la entiende Hill Collins, puede definirse como los sistemas de entrecruzamiento de la opresión, en donde cada sistema necesita de los otros para poder funcionar. Entender la dominación como una matriz implica poner más énfasis en la forma cómo se produce la interconexión, es decir, el entrelazamiento entre los diferentes sistemas de dominación. Si entendemos la dominación de carácter múltiple de esta manera, entonces, podremos entender que los sujetos pueden ser en un mismo contexto opresores y oprimidos, lo cual no significa asumir que la opresión de  raza, clase y  género sean intercambiables entre sí. Y tampoco significa desconocer los monopolios de poder que tienen algunos grupos, a  nivel estructural. Cada sistema de poder tiene su especificidad, aunque todos se refuerzan entre sí. De manera que en la matriz de dominación, todos los grupos tienen diferentes cantidades de penalizaciones y privilegios, dentro de sistemas que han sido creados históricamente.

La matriz de dominación se estructura entonces en varios niveles. El nivel de la biografía personal, el nivel de grupo/comunidad/contexto cultural y el nivel sistémico estructural de las instituciones sociales. Y todos estos niveles están atravesados por los diferentes sistemas de poder, de  raza, clase y  género. Hill Collins señala que para el pensamiento feminista negro estos tres niveles de la matriz son al mismo tiempo sitios potenciales de dominación y de resistencia. Sin embargo, a diferencia de otras teorías sociales y sociológicas, la matriz de dominación como conceptualización del pensamiento feminista negro, parte del lugar de la experiencia particular de las mujeres negras para dar cuenta de procesos universales. Es decir, para entender la forma cómo funciona la matriz de dominación en su dimensión estructural.

Hill Collins muestra que es precisamente a partir de ese privilegio epistémico que las mujeres negras han podido reconocer la necesidad de comprender como funcionan los sistemas de opresión en su conjunto, y el carácter inseparable de los mismos (Hill Collins, 2012, p. 114). Ese privilegio epistémico que han construido a partir de su proceso de concientización sobre las experiencias de opresión múltiple que las atraviesan, les ha permitido entender que deben luchar contra todos los sistemas de opresión para poder ser libres.

De esta misma manera, ya lo habían expresado la Colectiva del Río Combahee, una colectiva feminista negra que a finales de los setenta, expresó en su Declaración Feminista Negra que las mujeres negras han tenido que dar cuenta de la forma cómo funcionan todos los sistemas de opresión en su conjunto, porque su opresión particular es la síntesis de la forma como se entrecruzan los mismos. Y al mismo tiempo esto define su estrategia de lucha política, ya que no es suficiente luchar contra un solo sistema de opresión para alcanzar su libertad como grupo y una vida digna (Colectiva del Río Combahee, 1988, p. 172). Los casos de Harriet Tubman, Sojourner Truth, Ida B. Wells, Rosa Parks, también muestran lo necesario que fue para ellas involucrarse tanto en el activismo antirracista, antiesclavista, como en el activismo por los derechos de las mujeres, puesto que no eran luchas separadas, eran luchas conjuntas, aunque el activismo feminista blanco sí las asumía como luchas separadas y era poco sensible a sus reclamos raciales.

De acuerdo con Hill Collins, el privilegio epistémico o punto de vista autodefinido desde la experiencia de las mujeres negras, refiere al desarrollo de un proceso de conciencia que les permite tener una lectura e interpretación más compleja, clara y mejor elaborada, no solo de sus propias realidades y experiencias, sino de la forma cómo funcionan las relaciones de poder más amplias (Hill Collins, 2000,  pp. 24-35, 36-41, 268-269). A partir de ese privilegio epistémico o conciencia de grupo, las teóricas e intelectuales feministas negras sistematizan ese conocimiento experiencial para la liberación, -creado por mujeres negras en su cotidianidad-, que ha sido menospreciado por los sistemas de poder, y lo rearticulan, bajo la forma de una nueva conciencia que les devuelve una visión diferente de sí mismas y de sus mundos (Hills Collins, 2012, p. 117). Ese conocimiento y conciencia cotidiana rearticulada les permite, además, promover su resistencia política como grupo de mujeres negras, y es éste, el principal objetivo de la teoría feminista negra.

Sin embargo, es importante hacer un llamado de atención respecto de una interpretación esencialista de la experiencia, cuando nos acercamos al pensamiento feminista negro. Tanto Hill Collins, como Davis y Dent, han señalado que la experiencia no es un proceso fijo ni encerrado en sí mismo. La experiencia tiene un carácter cambiante, histórico y contextual. Esto quiere decir, que el conocimiento que se construye a partir de la experiencia, es una interpretación de la misma y esta interpretación puede reproducir las ideologías de dominación o puede ser crítica con las mismas.

Por tanto, el conocimiento experiencial crítico es producto de la politización de la experiencia. Precisamente, son los procesos de politización de la experiencia como mujeres negras lo que les permite construir un punto de vista auto-definido como grupo y desarrollar procesos de resistencia a los sistemas de poder y de organización política colectiva. La interpretación antiesencialista de la experiencia es la que también nos permite solidarizarnos con los procesos de subordinación y subalternidad de otros grupos sociales, grupos oprimidos o grupos de mujeres racializadas, ya que nos permite movernos desde la experiencia propia a la experiencia de los y las demás, “aun cuando no la hayamos vivido nosotros mismos y nosotras mismas” (Davis y Dent, 2019, p. 46).

Otra perspectiva feminista negra importante que ha abordado el carácter múltiple de la opresión partiendo de la experiencia de las mujeres negras ha sido la aportada por la Colectiva del Río Combahee en su Declaración Feminista Negra, bajo el concepto del eslabonamiento de opresiones. Para las feministas negras integrantes de esta colectiva, las opresiones son inseparables ya que funcionan al mismo tiempo. Por tanto, consideran que los sistemas de opresión se encuentran eslabonados, es decir, intrínsecamente unidos los unos a los otros, tal cual como los eslabones de una cadena. Esta es una idea cercana o similar a la de la matriz de dominación, en tanto considera a las opresiones enlazadas entre sí, y no simplemente como añadidas. Para ellas, además, el feminismo negro constituye una plataforma política profundamente comprometida con la lucha contra todos los sistemas de opresión en su conjunto: racial, sexual, heterosexual, y clasista. Así lo definen en el manifiesto: “Como Negras vemos el feminismo Negro como el lógico movimiento político para combatir las opresiones simultáneas y múltiples a las que se enfrentan todas las mujeres de color” (Colectiva del Río Combahee, 1988, p. 172).

Y esto es así, porque ellas consideran que es la síntesis de todos esos sistemas de opresión lo que define el lugar de subalternidad de las mujeres negras y de color. Las mujeres negras y de color encarnan todos los sistemas de opresión existentes, y por ello, deben combatirlos todos al mismo tiempo. Esta colectiva cuestiona las luchas separatistas, principalmente el separatismo de las feministas blancas.

Para esta colectiva feminista negra, su historia como mujeres negras, un grupo racializado que fue esclavizado de manera conjunta con los hombres negros, exige una solidaridad entre todos los miembros de la comunidad negra, en tanto el racismo afecta tanto a hombres negros como a mujeres negras de manera conjunta. Ellas además rechazan el separatismo que el feminismo blanco plantea frente a los hombres, ya que cuestionan el dogmatismo reaccionario de considerar que la biología hace que los hombres sean sexistas y heterosexistas. Ellas consideran que el sexismo es producto de relaciones sociales de poder y no algo que emane de la anatomía masculina. En este sentido, ellas plantean que su estrategia política es más compleja, en tanto deben confrontar el sexismo de los hombres negros pero al mismo tiempo luchar a su lado frente al racismo que ambos grupos experimentan de manera compartida: “Luchamos juntas con los hombres Negros contra el racismo, mientras también luchamos con hombres Negros sobre el sexismo” (Colectiva del Río Combahee, 1988, p. 176).

El rechazo al separatismo feminista y lesbofeminista blanco, es también coincidente con la postura de la poeta lesbiana feminista negra Audre Lorde, con su crítica a la idea de la sororidad feminista. Audre plantea que la idea de la sororidad presupone una experiencia homogénea entre las mujeres que realmente no existe. Esa idea de homogeneidad estaría sustentada en la creencia de una opresión compartida en términos de género, desconociendo los fundamentos de clase y raza en la opresión de las mujeres no blancas. Por tanto, Audre considera que la idea de la sororidad solo es aplicable entre mujeres que gozan de privilegios de blanquitud y de clase, y que las mujeres negras en la práctica quedan por fuera de ese ejercicio de sororidad (Lorde,  2003).

Tanto Audre como la Colectiva del Río Combahee coinciden en el señalamiento del fuerte racismo presente en el movimiento feminista de mujeres blancas, burguesas y de clase media. De la misma manera, bell hooks también señaló que aunque muchas mujeres sufren la tiranía sexista esto no necesariamente implica forjar un vínculo común entre todas las mujeres por las jerarquías de clase y raza. Así lo expresó Hooks:

Las mujeres blancas que dominan el discurso feminista, que en su mayoría crean y articulan la teoría feminista, muestran poca o ninguna comprensión de la supremacía blanca como política racial, del impacto psicológico de la clase y del estatus político en un estado racista, sexista y capitalista (Hooks, 2004, p. 36).

De igual forma, la Colectiva del Río Combahee, como parte de su posicionamiento feminista negro, cuestionan el racismo y machismo que se reproduce al interior de la izquierda masculina, y el sexismo y heterosexismo de los hombres negros y el movimiento negro mixto. Por tanto, ellas afirman que su lucha feminista negra parte una política de identidad basada en el amor propio por sí mismas, en tanto, ningún otro movimiento las ha puesto como prioridad, y no le han importado sus complejas vivencias como mujeres negras, más que a ellas mismas: “Reconocemos que la única gente a quien le importamos lo suficiente como para trabajar por nuestra liberación somos a nosotras mismas” (Colectiva del Río Combahee, 1988, p. 175).

Expresan de manera dolorosa que la mayoría de la gente, y mucho más, de la que está involucrada en movimientos políticos no reconoce ni conoce a profundidad el desgaste psicológico que implica ser una mujer negra. Y al mismo tiempo, que  reafirman esta política de identidad, la trascienden al afirmar y considerar que su propia liberación, depende de la liberación de toda la gente oprimida (Colectiva del Río Combahee, 1988, pp. 176-178). Es decir, se requieren coaliciones antirracistas para que sea posible la destrucción de todos los sistemas político-económicos que conforman las opresiones eslabonadas.

Por tanto, la interseccionalidad, la matriz de dominación, y el eslabonamiento de opresiones son tres perspectivas que han abordado el racismo, el sexismo y clasismo como experiencias de entrecruzamiento, y han dado cuenta del carácter múltiple de la opresión. Y justamente es de esas experiencias de violencia de carácter multidimensional, que han surgido las experiencias múltiples de lucha de las mujeres negras, a partir de las cuales se ha construido un conocimiento colectivo para la liberación de ellas y sus comunidades, desde los procesos de colonización y esclavitud hasta la actualidad.  Muchas de estas mujeres negras luchadoras del contexto estadounidense, han quedado anónimas y subalternizadas en la historia hegemónica y visible del feminismo occidental, e incluso, en la historia de los movimientos antirracistas. Y sin embargo, sus experiencias de resistencia han sido fundamentales para la consolidación del pensamiento feminista negro tal y como lo conocemos actualmente y es por lo cual sigue vigente.

Conclusiones

En este artículo, sistematicé algunas de las principales perspectivas teóricas que han abordado el carácter multidimensional de la opresión, construidas a partir de las genealogías feministas negras en el contexto estadounidense, como lo son la interseccionalidad, la matriz de dominación y el eslabonamiento de opresiones. Mostrando principalmente como las violencias racistas, son experiencias entrecruzadas, es decir, de carácter múltiple, pues siempre se encuentran en articulación con el sexismo, el clasismo y el heterosexismo.  También hice una breve reflexión sobre los legados de luchadoras negras en el contexto de la colonización y la esclavización, y mostré la forma como sus experiencias contribuyeron al desarrollo del pensamiento feminista negro que se consolidaría a partir de la década de los setenta del siglo XX en Estados Unidos. Algunas de estas prácticas políticas de resistencia fueron desarrolladas por activistas como Sojourner Truth, Harriet Tubman, Ida b. Wells y Rosa Parks, consideradas actualmente pioneras del feminismo negro.

Analicé las principales similitudes y diferencias entre los conceptos y perspectivas teóricas. Destaqué especialmente, las diferencias entre el carácter cuantitativo del enfoque de la interseccionalidad, y el carácter cualitativo de perspectivas como la matriz de dominación y el eslabonamiento de opresiones. Mostré la forma en la que la interseccionalidad comprende la relación entre opresiones bajo el modelo de sumatoria, mientras que la matriz de dominación y el eslabonamiento de opresiones abordan ponen más énfasis en la manera en la que se produce el entrecruce de opresiones, que en el resultado aditivo del mismo. Es decir, es por el carácter histórico y contextual de los sistemas de opresión múltiples y por los niveles de densidad del entrecruce, que las experiencias de las mujeres negras y otra mujeres racializadas, adquieren significados distintos. También mostré como estos diferentes abordajes tienen implicaciones diferentes para la consolidación de una práctica política feminista negra, que algunas veces pueden tener un carácter más identitario, más esencialista, o más basado en coaliciones antirracistas.

Bibliografía

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*Doctora en Estudios e Intervención Feminista del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica- Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, astridcuero850@gmail.com, Tel. Cel. 52 9671007164