Luis Fernando Álvarez Aguilar

Memoria de obregonistas empleados en el comercio

Memoria de obregonistas empleados en el comercio
por Luis Fernando Álvarez Aguilar*

Los empleados de comercio en la ciudad de México participaron en la Revolución, primero de manera espontánea, en defensa del maderismo durante los días aciagos de la Decena Trágica. Más tarde, lo hicieron como soldados del Ejército del Noroeste, integrados a la campaña antivillista dirigida por Álvaro Obregón, como expresión de la diversidad de hechos ocurridos dentro de aquel trascendental episodio histórico. [1]

Sólo de manera breve los citó el Manco de Celaya en sus Ocho mil kilómetros de campaña, en calidad de soldados de esta importante batalla ocurrida en la región guanajuatense, en la que los trabajadores del entonces Distrito Federal ofrecieron sus vidas a favor del Constitucionalismo. Éstos se adhirieron al movimiento armado,

abandonando muchos de ellos sus lucrativas posiciones en casas comerciales, bancarias, industriales, etc., de la capital, así como de sus familias para salir a Veracruz a organizarse en cuerpos de combate, y después incorporarse a mi ejército, para cooperar en la campaña contra la reacción. [2]

En los años posteriores al conflicto bélico y a la muerte de Álvaro Obregón, la afiliación de los empleados de comercio en la capital habría de ubicarlos como grupos incómodos para los regímenes políticos en pugna. Como muchos de los soldados del proceso armado quedaron desplazados, desempleados y marginados socialmente por parte de la clase revolucionaria institucionalizada que representó aquella lucha dentro y desde los puestos de gobierno.

El líder de los trabajadores en cuestión, Manuel Carbajal, asumió la doble misión —como actor y como narrador de los hechos que le tocó vivir—, de constituirse en defensor de la trayectoria político-militar obregonista, aun después de la desaparición física del caudillo de Siquisiva, Novojoa, y a pesar del complejo y polémico papel que a éste le tocó jugar dentro del proceso revolucionario mexicano.

De manera sistemática preparó Carbajal hasta el último momento de su vida, una colección de testimonios en la que destaca el ideario del jefe del Ejército del Noroeste, documentos originales que se encuentran en el archivo personal del representante laboral: cartas, telegramas, decretos, manifiestos, constancias, discursos, convenios, circulares, volantes, artículos inéditos de diversos autores, material hemerográfico, fotografías y manuscritos de su autoría que proporcionan datos relevantes de la historia nacional de finales del siglo XIX hasta la década de los sesenta en el siglo XX.

Una vez involucrado Carbajal en el proceso revolucionario, sus apuntes muestran una percepción y proyección que —de acuerdo con Puig Casauranc, al referirse a los cronistas revolucionarios en general— “no son testigos sino actores de los hechos, aun de última categoría en numerosas escenas del drama, lo cual disminuye necesariamente ante los ojos del lector el aspecto indispensable de parcialidad aun cuando pueda apoyarse parte del relato en información nutrida”. [3]

Contemporáneo a Carbajal, Puig retrata la inconmovible voluntad de los relatores al aseverar que “intereses de grupo o personales, afectos u odios que nada puede distinguir, llevan a exageraciones o a reticencias que influyen en el desarrollo de los juicios”.[4] Mucho de ello puede percibirse en las memorias que nos ocupan, que hemos confrontado con fuentes igualmente originales o actuales especializadas, cuyas conclusiones respecto a los episodios citados no siempre coinciden con las del dirigente obregonista.

Para sustentar las discusiones respecto al entorno histórico referido, hemos consultado fuentes bibliográficas sobre la trayectoria política y militar de Álvaro Obregón, así como su influencia en los gobiernos revolucionarios. Dichos textos son los elaborados por el propio general en jefe del Ejército del Noroeste, el líder de los empleados de comercio, Linda B. Hall, Alberto J. Pani, Miguel Alessio Robles, Narciso Bassols Batalla, Manuel Puig Casauranc, Gerardo Murillo (el Dr. Atl), Mario Mena, Alfonso Romandía Ferreira, Álvaro Matute y Enrique Krauze, entre los más importantes.

Otras obras corresponden al contexto general que enmarcó la carrera del Manco de Celaya, entre las que destacan los estudios de Rafael Loyola Díaz, Arturo Anguiano, Juan Alberto Amaya, Luis Cabrera, Barry Carr, Armando Córdova, Lorenzo Meyer, Tizul Medin, José C. Valadés, Friedrich Katz, Antonio García Cubas, John M. Hart, Francois X. Guerra, Robert E. Quirk, Pablo Yankelevich y Federico Cambell.

Dos modernos y nutridos volúmenes sobre Pancho Villa, de Fredrich Katz y Paco Ignacio Taibo II, respectivamente, han sido indispensables para avivar los debates respecto a las crónicas de Carbajal. Simultáneamente, Carlos González Peña y Juana Zahar Vergara han aportado sus conocimientos sobre la historia de las librerías en México donde laboró el empleado revolucionario.

La información hemerográfica igual nos ha sido de gran utilidad. Periódicos y revistas consultados: Diario de Yucatán, El Imparcial, el Monitor Republicano, La Prensa, Renovación, Siempre! y Usecop, que junto con el material documental del propio Carbajal han entrado en el debate eventualmente confrontados y precisados con elementos de juicio de diversas fuentes.

Lo anterior incluye el nacimiento del protagonista, ascendientes, empleos en imprentas, librerías, periódicos y pulquerías, hasta el inicio de su militancia revolucionaria como líder de los empleados de comercio de la capital de la república, que combatieron dirigidos por Álvaro Obregón, tanto en Celaya como en La Trinidad, Silao, San Luis Potosí, Aguascalientes y Torreón.

Después de los hechos de armas, Carbajal retornó a su empleo de librero y a las promociones por el centro y norte del país del acervo bibliográfico bajo su responsabilidad. Vemos en estos tiempos su impostergable lealtad al caudillo y su desplazamiento de la Librería Bouret a El Hogar, donde laboraba y sentía la animadversión de los jefes dada su filiación obregonista.

Más tarde empezó a preparar un álbum fotográfico de los miembros del Ejército del Noroeste, con pies de fotos sobre sus nombres, grados y ubicación física durante los años en que se redactó la relación. No a todos les gustó la idea, incluido Venustiano Carranza que la desdeñó. Pero a otros sí, como Benjamín Hill que así expuso:

No tengo ningún inconveniente de acceder a los deseos de patrocinar su iniciativa, para que lleve a feliz término su propósito de obsequiar al ciudadano general Álvaro Obregón un álbum con los retratos de todos los que formamos el Cuerpo del Ejército del Noroeste. [5]

Entre 1920 y 1924, el autor recogió sus experiencias como inspector de Contraloría durante el gobierno de Álvaro Obregón, mostró su inflexible carácter; sus diversos proyectos, incluida la frustrada búsqueda de un tesoro; las revueltas antiobregonistas en Nayarit; y el movimiento delahuertista.

Más adelante documentó su relación con el maximato, la breve militancia en el Sindicato de Empleados de Comercio por aquellos años, y la promoción que hizo para vender En las sombras, una colección suya de artículos de diversos autores que de manera subrepticia había propalado con otros voluntarios durante los sangrientos días del cuartelazo en la Ciudad de México:

Procurando que nadie me viera las metía por los balcones y ventanas de las casas entresoladas o en las rendijas de los zaguanes cuando las tenían, es decir tratando de evitar que se me sorprendiera y me detuvieran para luego encarcelarme o asesinarme. [6]

Los siguientes años vemos a Manuel Carbajal decepcionado por el giro que, de acuerdo con él, tomaron los regímenes revolucionarios; sus críticas a la expropiación petrolera; una tendenciosa simpatía por la dictadura de Francisco Franco, así como el reconocimiento a su trayectoria por parte del gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, que lo reconoció como veterano de la Revolución mexicana.

En 1984, a los 88 años de edad, nuestro personaje estaba enfermo y desempleado. Si bien ya había sido nombrado veterano de la Revolución, y miembro de la Legión de Honor Mexicana por haber liderado a un centenar de empleados de comercio en la guerra a favor del Constitucionalismo, no había logrado obtener alguna pensión por parte del gobierno federal. Para entonces, estaba convertido en militante del Partido Revolucionario Institucional, y en su oportunidad habría de votar —según anunció en una carta dirigida a dicha organización política—, “por su candidato el ciudadano Gustavo Díaz Ordaz”. [7]

A través de sus memorias, Manuel Carbajal retrató a los involucrados directa o indirectamente en alguna de las facciones revolucionarias mexicanas, particularmente la obregonista que bajo la sombra del adalid sonorense pretendió defender un proyecto político que no logró concretarse, que lo puso en confrontación con los hombres del poder, con las diversificadas reivindicaciones populares y democráticas del país, y con confrontaciones sociales de diversas partes del mundo.

[1] Luis Fernando Álvarez Aguilar, Manuel Carbajal, líder obregonista de los Empleados de Comercio, Campeche, Gobierno del Estado de Campeche, 2010.
[2] Álvaro Obregón, Ocho mil kilómetros de campaña, México, FCE, 1959, p, 289-290.
[3] José Manuel Puig Casauranc, Galatea rebelde a varios Pigmaleones. De Obregón a Cárdenas (antecedentes y fenómeno mexicano actual), México, INEHRM, 2003, (primera edición, 1938), p. 13.
[4] Idem.
[5] Carta de Benjamín Hill a Manuel Carbajal, México, 24 de agosto de 1920, archivo Manuel Carbajal, colección privada.
[6] Carta de Manuel Carbajal a José Manuel Puig Casauranc, México, 21 de mayo de 1927, archivo Manuel Carbajal, colección privada.
[7] Carta de Manuel Carbajal al Partido Revolucionario Institucional, México, 28 de mayo de 1961, archivo Manuel Carbajal, colección privada.