2 de julio 2024

Michelle Perrot, con Eduardo Castillo. Le temps des féminismes. Reseña por Carolina Sthephania Muñoz Canto.

Michelle Perrot, con Eduardo Castillo. Le temps des féminismes. París, Grasset, 2024. 208 pp.

 

Por Carolina Sthephania Muñoz Canto*

 

En la segunda mitad del siglo pasado asistimos a la proliferación de investigaciones sobre los feminismos. Se generó una colección de textos plurales, que reflejaban en cierta medida las inquietudes de un grupo de mujeres que iban accediendo a espacios desde donde pensarse de manera teórica. Michelle Perrot, la autora de esta obra, fue una de las artífices de esta trama en Francia. En este libro nos comparte el camino, vertebrando su historia personal con reflexiones teóricas que tocan temas fundamentales de los feminismos. Si bien es ella quien lleva la pluma, el texto es producto de un trabajo articulado con Eduardo Castillo —antiguo alumno suyo— quien le propuso una serie de preguntas que sirvieron de plan para la obra.

El libro comienza con Perrot contándonos de manera autobiográfica como se acercó a la historia. Esta parte —como las otras donde reflexiona sobre su trabajo— resultan especialmente interesantes para quienes quieren pensar sus propias prácticas de investigación. En esos espacios, la autora diserta sobre las temáticas que se abordan en algunas épocas, las tensiones con los discursos a la hora de publicar —pues hay temas y posiciones aceptables en determinados espacios—, tanto como la necesidad, en cierto momento, de crear archivos sobre las mujeres, espacios de reflexión en seminarios e intercambios internacionales. Además, apunta la dificultad para construir la historia de las mujeres por la falta de fuentes; explicando que ellas mismas han tirado documentos que consideran sin valor, pero que resultan invaluables para conocer sus propias historias. Esto ha significado que se estudien las vidas de mujeres que caen en espacios de excepcionalidad, pero el resto, quedamos desdibujadas. De ahí la necesidad de buscar formas creativas y pluridisciplinarias de construir esta historia.

Desde el principio de la obra expone la tensión que vive entre ser historiadora y feminista. Explica que en algunos casos toca llevar a cabo la reflexión desde la academia; mientras que, en otros, el proceso se da en las calles; un espacio que las mujeres han debido aprender a tomar. Aunque a priori pudiera parecer que uno u otro son privilegiados, en realidad son un pretexto para pensar los temas que atraviesan los feminismos que se plantean en plural, porque representan una variedad de posicionamientos tan amplios como las posibilidades de construirnos mujeres. De cara a ello, la autora construye un mapa que permite poner en perspectiva los clivajes actuales en el contexto francés, pero resonando con lo que ocurre en el resto del mundo.

De las varias aristas que Perrot plantea, recupero tres como una invitación a quienes se interesen en la obra y a sumergirse en la riqueza del trabajo. La primera, es el uso de la terminología; la autora explica que el término patriarcado no es adecuado en la medida en la que sólo alude al patriarca, al padre. La dominación que vivimos las mujeres viene de una estructura que supera al padre, por lo que justifica la necesidad de hablar de dominación masculina. En este mismo sentido de clarificación, propone una breve historia del término feminismo. Ligado en su primera acepción —propuesta por Alexandre Dumas Jr.— a “lo afeminado”; luego, se convirtió en una palabra de lucha que designa una acción colectiva. No es feminista quien en la soledad reflexiona, sino quienes se manifiestan en conjunto. Así, el feminismo se construye como el cuestionamiento colectivo a una historia legada.

La segunda gran arista está vinculada con la toma de la palabra. La autora explica que las mujeres, confinadas al espacio privado por la división sexual del trabajo, por siglos no participaron del Ágora; lo que las invisibilizaba, tanto como a sus demandas. Explica que un primer paso se dio cuando entre ellas generaron espacios y grupos de apoyo para tomar la tribuna. Puede parecer un asunto anecdótico, pero aquellos espacios de seguridad permitieron que fueran escuchadas. Aquella semilla germinó no sólo en los espacios de movilizaciones sociales, sino también en la posibilidad de denuncia de hechos que ocurrían en el espacio privado y se encontraban normalizados e incluso invisibilizados por la dominación masculina. Sólo por poner dos ejemplos, recuperemos el abuso de poder y la sexualidad. Ambos, tratados a detalle por la autora, mostrando como las mujeres se fueron poco a poco pronunciando, articularon demandas —como la violencia obstétrica que estaba invisibilizada— y abrieron espacios de reflexión sobre ellas mismas, como la maternidad, a la que volveré más adelante. En este movimiento, la toma de la palabra permitió que el MeeToo tuviera posibilidad de existencia. Mujeres denunciando hechos que ocurrían en el espacio privado, cuestionando la estructura de poder y brindándose apoyo mutuo, usando los espacios y recursos disponibles, para hacer de ello un movimiento global. Esta generación de conciencia de lo vivido es una puerta para pensar en la propia conciencia de género que tanto como la de clase requiere ser construida.

La tercera arista está relacionada con la maternidad. Perrot explica que ésta fue usada como parte de las justificaciones para excluir a las mujeres de la vida pública por un largo periodo de tiempo. Las luchas feministas por la reapropiación del cuerpo significaron cuestionar el cómo y cuándo ésta se integraba en la vida de las mujeres. Algunas abanderaron la idea de una vida sin hijos, como Beauvoir para quien las tareas creativas no eran compatibles con la maternidad. Otras, escogieron maternar; la elección se convirtió en mandato. Para el caso francés, que puede ser comparado con cualquier otro, las mujeres debieron probarse como profesionistas, parejas y madres; el mandato de ser buenas madres cayó sobre ellas como una nueva cadena.

Con este sucinto acercamiento no le rindo suficiente honor a la profundidad del trabajo de la autora, pero espero al menos haber despertado en los lectores las ganas de acercarse al texto para pensar y reconstruir su propia conciencia de género.

* Carolina Sthephania Muñoz Canto es profesora investigadora de El Colegio de Tlaxcala, A.C. Pertenece al  SNI I, doctora en Estudios Sociales con especialidad en Procesos Políticos por la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales.