Revista Universidades #96

Publish or perish

Publish or perish
por Javier Torres Parés*

En su influyente libro, La estructura de las revoluciones científicas (1962), T.S. Kuhn sostiene que los avances en el terreno de las ciencias se producen por acumulación de conocimientos (lo que llamó la ciencia normal), ligados a una tradición. Tales conocimientos, elaborados a partir de un paradigma, es decir, de “realizaciones científicas universalmente reconocidas”, avanzan hasta que su confrontación principalmente con la naturaleza hace evidente alguna condición que contribuye a transformar “una simple anomalía en origen de una crisis aguda”[1].

Se gestan nuevos paradigmas, proceso que lleva a cabo una comunidad científica, la cual tiende a constituir una disciplina. En las ciencias, nos dice, “la formación de periódicos especializados, la fundación de sociedades de especialistas y la exigencia de un lugar especial en el conjunto, se han asociado, habitualmente con la primera aceptación de un paradigma simple” [2], condiciones que permiten la comunicación del conocimiento.

En Kuhn todo ocurre con una gran autonomía de la ciencia, es decir, el proceso de desarrollo de la ciencia transita por la formación de paradigmas, por acumulación de conocimientos, por la presencia de enigmas –origen de las crisis– ocurren resistencias teóricas de los científicos y, a la postre, surgen nuevos paradigmas; el proceso en su conjunto se rige por las características y necesidades de la propia ciencia y la orientación que adoptan las comunidades científicas.

En su “Posdata: 1969” nos pide recordar algunas de sus observaciones fundamentales “acerca del grado en que los miembros de una comunidad científica específica constituyen, dado el carácter propio de la ciencia, el único público y son los únicos jueces del trabajo de la comunidad” [3]. Las condiciones de producción del conocimiento científico, si alguna vez fueron como explicó Kuhn, se han transformado luego de seis décadas.

Supeditado por las condiciones sociales de su desempeño, sometido a los requerimientos de su financiamiento y a la de su valor comercial, valorado según menester de su prestigio por las jerarquías evaluadoras, delimitado por los requerimientos de su legitimación política, la producción y difusión del conocimiento resultado de la investigación científica y humanística, encuentra numerosos obstáculos para su adelanto y fortaleza. “Una vez un noruego me preguntó si el portugués tenía lengua escrita, si las personas lograban escribir en portugués” [4].

Un investigador relata de este modo el punto extremo al que pueden llegar los prejuicios, que en ocasiones afectan negativamente el trabajo de los académicos que se desempeñan en las regiones del mundo consideradas marginales, en idiomas distintos al inglés y, en ocasiones, sin peso en las publicaciones que influyen en el reconocimiento de los resultados de su trabajo.

Para la filósofa de la ciencia Isabelle Stengers, la investigación financiada con dinero público pierde autonomía paulatinamente. Los investigadores, escribe, sienten que han sido traicionados por las autoridades políticas, las que, en lugar de respetar un derecho reconocido por consenso han dado a las corporaciones el poder de seleccionar quien de entre ellos se beneficiará del subsidio público en cada campo donde la competencia económica está en juego. En otros casos, en los que no se disputan patentes o sociedades, “una gobernante pseudo-ley del mercado ha sido establecida, la que se supone que garantiza que los recursos públicos serán utilizados del mismo modo que el mercado, dicen, proveería.” [5]

La definición de los mecanismos de evaluación que se presentan como “objetivos”, porque son ciegos en lo que se refiere a los investigadores mismos, es parte integral de esta situación, nos dice Stengers. En donde prevalece la ley del mercado, diferentes actores compiten entre sí, y sucede que, en el campo de la investigación, la competencia por el reconocimiento de “excelencia”, que se ha convertido en condición para la sobrevivencia académica, pone en juego “ese escaso recurso que es la publicación en una revista top ranking.”

La condición de publicación exige que los investigadores ofrezcan (pitch) su investigación con base en lo que estas publicaciones imponen en términos de normas: conformidad, oportunismo y flexibilidad –tal es la fórmula de la excelencia, afirma Stengers. El sistema tendrá la ventaja de deshacerse de los flojos o aquellos que navegan en campos en los que nadie se interesa. Los nuevos medios de administración solo serían una amenaza para aquellos que buscan aprovecharse del sistema. Los otros no tienen nada que temer…

Al final resulta que los investigadores terminan apartándose de los temas que les interesaban o bien se convierten en “unos cínicos oportunistas que saben hacer los movimientos correctos”. Lo que era una responsabilidad privilegiada se convierte en una carga resuelta a las prisas, en ocasiones para lograr ascensos. En la medida en que la evaluación camina por la vía de valorar un artículo por el número de sus citas (cálculo bibliométrico), se establece una estrategia de menciones mutuas, algo como likes mutuos, con efectos perversos, que ha llevado a publicaciones de textos que luego tienen que ser retirados incluso de las revistas más prestigiosas.

Stengers llama a aquéllos que siguen apegándose a la investigación de calidad, además de cuestionar la calificación de las publicaciones (the ranking of journals), a insistir en que los evaluadores se tomen el tiempo para juzgar si un argumento es sólido o si representa sólo un resultado parcial, carente de interés intrínseco, publicado con precipitación para conseguir algunos puntos. Si bien esta crítica se dirige al modelo de acumulación en la producción de conocimiento, no propone el regreso a un pasado idealizado y sí, en cambio, a un modo de tomar en cuenta la pluralidad de las ciencias en una definición dialógica y plural de formas de evaluación y valorización relevantes para diferentes tipos de investigación. [6]

Se requerirán entonces formas de evaluación que permita a los evaluados formular aquello que les interesa, así como aquello que la evaluación debe tomar en cuenta. Una ciencia que puede ser más “lenta” propone una nueva sensibilidad para el aprendizaje, produce valores, ambiciona recuperar el tejido de la interdependencia y la creación de relaciones más cercanas con nuestro entorno y abordar los saberes dignos de cultivarse. Aprender de los otros, con los otros, gracias a los otros. Estas disyuntivas de la producción y difusión del conocimiento los abordan con detenimiento y profundidad los artículos del dossier que reúne esta valiosa entrega de Universidades.

Notas

[1] Kuhn, T.S., La estructura de las revoluciones científicas, “Prefacio”, México, FCE, 1972, p. 18.

[2] Op. cit., pp. 46-47.

[3] Ibid., p. 318.

[4] Monteiro Neves, Fabricio, Verena Hitner Barros, Grupo de pesquisaTata, conhecimientos, ê tecnologias, Universidade de Brasília, Universidades 96, p. 54.

[5] Stengers, Isabelle, Another Science is Possible. A Manifesto for Slow Science, 3 Sciences and Values: How Can we Slow Down? UK, Cambridge, Polity Press, pp. 48-49.

[6] Op. cit., pp. 48 y ss.

==============

Torres Parés, Javier. Presentación: Publish or perish. Integración regional de la educación superior. Universidades, vol. 74, núm. 96. (abril-junio 2023). http://udualerreu.org/index.php/universidades/issue/view/54

* Javier Torres Parés. Doctorado en “Historia y civilizaciones” por la Escuela de altos Estudios en Ciencias Sociales, París, Torres Parés ha sido durante un largo periodo profesor de Historia contemporánea de México en la Facultad de Filosofía y Letras y tutor del Posgrado en Historia de la UNAM.

Universidades, núm. 96, abril-junio 2023, UDUALC